sábado, 19 de abril de 2008

¿CUAL ES NUESTRO NACIONALISMO?

Por: Juan Pablo Vitali

¿Término ambiguo?

He aquí una palabra amplia, que casi todos niegan, pero al final, casi todos usan.
Al nacionalismo se lo suele caracterizar: de izquierda, católico, racial, popular, social, revolucionario, corporativo, clerical, conservador, reaccionario, socialista, integrista, esotérico, elitista, orgánico, republicano, monárquico, democrático, blanco, negro o amarillo, y demás adjetivos que podemos agregar, a medida que acudan a nuestra memoria.
Por eso, habría que definir un poco eso del nacionalismo, pero como no puedo hacerlo desde la teoría política que no manejo, trataré de realizar mi humilde aporte desde la cruda experiencia, y quizá –porque eso es una deformación profesional- con algo de poesía cuando la experiencia no me alcance.

Nacionalismo es Amor

Aún sin pretender ser original, diré algo que poco se dice: el nacionalismo es amor. Esta afirmación, que sorprenderá a algunos de los que gustan identificar a los nacionalistas como energúmenos, es absolutamente cierta. El nacionalismo, queridos amigos, es una elemental reacción de amor, hacia aquello que ciertas personas, con una determinada formación cultural no podemos evitar amar, aunque eso, la educación actual lo está tratando de corregir.
No sé si resultará obvio pero debo decirlo:
El nuestro es un amor elemental: a nuestras familias, a nuestros amigos, a nuestro barrio, al recuerdo de nuestra infancia, a sus árboles, a sus calles, a los compañeros de escuela, a nuestros vecinos, a nuestros símbolos patrios, a nuestras canciones, a nuestro territorio, a nuestros hermanos y compatriotas, a los próceres, a los caídos, a la silueta de la abuela en el patio, a los niños que vemos pidiendo por las calles, a las noches de estrelladas, bajo la Cruz del Sur, al vino, a la charla junto al fuego, a las rondas de mate.

Sentido político del amor

O dicho de un modo un poco más político, nuestro amor, se desarrolla en una comunidad orgánica, organizada en torno a un destino común, que implica la defensa elemental de una forma de vida, de una cultura, de una memoria, de un territorio y de sus recursos.
El nacionalismo es básicamente: un amor que reacciona, con una voluntad de defensa de lo que es espiritual y materialmente propio.
En ese sentido, debo admitir, si reaccionario es el que reacciona, que somos profundamente reaccionarios. Pero la nuestra es una reacción ante la injusticia, y nuestro orden, no es el orden de la violencia, sino de la restauración del amor sobre las cosas que merecen ser amadas y defendidas.

Orden en la Justicia

Orden y justicia no existen para nosotros por separado.
Y valga un párrafo especial para nuestra justicia social. Igualar lo desigual es darle poder a una burocracia, liberal o marxista, no importa. Nuestra justicia social está siempre referida a un orden de responsabilidad y merecimientos.
La justicia social se da siempre en un contexto. Sacarla de su contexto orgánico para igualar, es solamente nivelar por abajo y para abajo, dejando que lo de arriba, lo de muy arriba, se fortalezca, concentre su poder ante una masa igualitaria indiferenciada y amorfa.
Nuestra defensa de valores no es ideológica sino concreta, constructiva, sencilla, directa, clara y amplia. Nuestros matices nos enriquecen. El nacionalismo no es un dogma teológico, aunque nuestros valores históricos sean cristianos.

¿Dónde está el nacionalismo?

No somos un cenáculo. Nos gusta la calle, el sentido común de la gente de trabajo. Podemos ser poetas o intelectuales, pero no queremos hacer un movimiento de poetas o intelectuales.
Se dice que mientras los turcos invadían Bizancio, sus habitantes discutían sobre el sexo de los ángeles. Por eso, no somos el nacionalismo que fue, sino el que será. El que sabe, por experiencia, que no hay nada, ni nadie fuera de nosotros mismos, que vaya a defender lo que amamos.
Por eso a veces nos ponemos ásperos, con aquellos que le llaman a sus frustraciones e intereses nacionalismo. Con los que llaman a sus problemas hormonales o psicológicos nacionalismo.

¿Quién es nacionalista?

Nacionalista es el que va bien temprano a trabajar, con la pala atada a la bicicleta, mientras los autos le pasan rozando. Nacionalista es el que le corta una flor a su mujer cuando vuelve del trabajo. Nacionalista es el que se toma dos micros para llevar a sus hijos a la escuela. Nacionalista es el que llora al oscuro, para que no lo vea nadie, de impotencia porque no consigue trabajo. Nacionalista es el que no roba. Nacionalista es el que conserva una santa indignación, el sentido común, el que sabe que la realidad existe independiente de lo que el piense y que la naturaleza tiene un orden que hay que respetar, por que fue hecho por alguien que esta arriba nuestro.
Los nacionalistas somos muy sensibles. Yo diría que los únicos sensibles, los únicos que amamos de verdad, porque el que entrega lo suyo, el que no lo defiende, es un insensible miserable, tenga la ideología que tenga.

Nuestro Nacionalismo

Nacionalismo es lo elemental. Lo que existe antes y después. La dulce barbarie de lo elemental: un padre volviendo del trabajo, un abuelo contando a sus nietos una historia, una madre poniendo paños fríos en la cabeza de su hijo.
Nacionalismo es amor, porque nosotros no asesinamos niños en el vientre de sus madres, porque nosotros no vendemos a precio vil el territorio, ni los metales de las minas, ni el petróleo, ni nos hacemos los desentendidos cuando los pibes deambulan solos por las calles, o cuando los jóvenes se pervierten alegremente. No necesitamos tampoco un auto último modelo.
Nacionalismo es lo elemental, lo visceral, lo antiguo, la poesía, lo que nos cuesta esfuerzo conseguir, lo justo, los mejores recuerdos de la infancia, los hijos de nuestro pueblo congelándose en Malvinas.
No sé cómo explican desde la teoría política a los ladrones y cobardes, pero me parece que la complican demasiado. Por eso aburren, por eso no les da bola nadie.
La Patria está en la calle camaradas, vayamos a buscarla, para abrazarla como a una novia, en las esquinas.

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