Pablo Yurman
“¿Qué ves, qué ves cuando me ves?, Cuando la mentira es la verdad”
canta el grupo Divididos. Sugestiva letra, sintomática quizás, de los
tiempos que vivimos. Y de la sociedad argentina, en particular.
En
cualquier facultad de derecho del país, los profesores de todas las
materias insisten siempre con una idea fuerza para quienes emprenden la
esforzada tarea de comprender los principios básicos del derecho, cual
es que si por hipótesis el parlamento votara una ley que contradijera
groseramente una verdad asumida universalmente, por ejemplo, si los
diputados y senadores votaran que el sol sale por el Oeste y se pone por
el Este, o que el planeta Tierra es plano y no esférico, etc., pues
entonces esa norma, dirían (y siguen diciendo) enfáticamente, pese a
haber observado todas las formas reglamentarias, e incluso haber sido
votada por unanimidad, sería insanablemente nula de nulidad absoluta.
Si
se prefiere, esa norma sería inconstitucional por contradecir ab initio
principios de lógica racional que se sobreentienden en una democracia
moderna.
Pues bien, el ejemplo de norma insanablemente nula por contrariar un
elemental principio de racionalidad (nótese que incluso en un esquema
que rechace justificaciones de índole metafísico, la Constitución
Nacional hace de la razón y la justicia los fundamentos del orden
jurídico positivo), que a diario los profesores enseñan en la
universidad, ha sido recientemente elevado a la categoría de “ley” por
el parlamento nacional. Quizás no sea como para preocuparse demasiado
puesto que nuestro parlamento ha votado leyes, Banelco mediante, y en
otras ocasiones incluso ha declarado nulas otras leyes sancionadas por
el mismo cuerpo. De modo que una ley que eleve la mentira a categoría de
“derecho” no sorprende demasiado.
Dime cómo te autopercibes ...
La
ley de cambio de sexo, o como decía el spot gubernamental televisado en
cadena oficial el último 25 de mayo, ley “de identidad de género”
(¡destacando que su sanción era verdaderamente “revolucionaria” en
parangón con mayo de 1810 y haciendo quedar a Moreno como un
conformista!) define esta “identidad” como la “vivencia interna e
individual del género tal como cada persona la siente, la cual puede
corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento,
incluyendo la vivencia personal del cuerpo. Esto puede involucrar la
modificación de la apariencia o la función corporal a través de medios
farmacológicos, quirúrgicos o de otra índole, siempre que ello sea
libremente escogido.”
Por cierto, resulta dudoso que incluso los
padres filosóficos del liberalismo del siglo XVIII hubieran imaginado
que el fomento del individualismo llegara, un par de siglos más tarde y
previa escala técnica en el marcado egoísmo que caracteriza nuestra
época, a proclamar una autonomía de la voluntad que de tan exagera pueda
contrariar la mismísima realidad humana, cromosómica y anatómica.
Como
puede apreciarse con facilidad, sin que sea necesario tratamiento
hormonal o intervención quirúrgica alguna, la “vivencia tal como cada
persona la siente” es decir, la autopercepcion, basta para que a un
varón el Estado lo reconozca mujer, o a la inversa. Alguno dirá que los
casos no serán muchos. Pero no se trata de que sean muchos o no, sino de
que lo acaba de votar el parlamento, además de omitir toda
consideración por el bien común, es a-científico y contrario a la razón
empírica más básica.
¿Y el rigor científico?
Por
más que esto pueda sonar incómodo a los oídos de los parlamentarios, la
ideología de género, que de eso trata esta ley, parte de una premisa
falsa que condiciona todo el resto de sus supuestos argumentos: se
sostiene que podría diferenciarse entre el sexo biológico (lo que la ley
llama grotescamente y la más mínima técnica legislativa “sexo asignado
[¿asignado?] al momento del nacimiento”) del género como construcción
social o autopercepción individual. Tal aseveración es completamente
falsa, puesto que no hay dato que provenga de ninguna disciplina
científica que lo demuestre seriamente.
Como nos dice el Dr.
Jorge Scala en su esclarecedor libro “La ideología de género o el género
como herramienta de poder” que exista un género distinto del sexo y que
se pueda construir por el sujeto en base a su sola autopercepción es
evidentemente falso puesto que “lo que percibimos espontánea e
inmediatamente es todo lo contrario. Lo evidente es que lo masculino
tiene relación con un cuerpo de varón y lo femenino, está
indisolublemente vinculado a un cuerpo de mujer, pues desde los primeros
años de vida se advierten comportamientos espontáneos diferenciados.”
A
ello se suma un dato sumamente revelador que, ciertamente los ideólogos
del género, empeñados como están en su proceso de reingeniería social,
ocultan: el primer hombre de ciencia en utilizar el término género y
pretender distinguirlo, como autopercepción absolutamente autónoma del
sujeto, del sexo biológico naturalmente dado, fue del psicólogo y médico
neocelandés John Money. Pero el experimento de los “gemelos Reimer”
terminó trágicamente mal para ambos y vino en todo caso a contradecir la
tesis de Money. El dato natural no puede ser relegado a un segundo
plano. En resumen, la ideología del género no tiene respaldo científico
alguno. Lo votado por los parlamentarios, tal como fue precedentemente
transcripto, sería como si una ley negara la gravedad atmosférica, o que
expresara que la Tierra es plana y no esférica.
Lo dicho no
significa desentenderse del sufrimiento humano que alguien que integre
nuestra sociedad pueda padecer. Pero el amor al prójimo no pasa por
negar la realidad evidente que surge de la naturaleza. El respeto hacia
toda persona humana, más allá de cualquier tipo de diferencias,
constituye un valor ganado a costa de arduas luchas en la evolución de
los últimos siglos. Ello no significa, no obstante, que una democracia
llame bueno a lo malo, o justo a lo injusto, a través de representantes
que ya no representan sino al activismo de minorías que exhiben enorme
poder frente al común de los ciudadanos, al punto que cualquier capricho
que posean se eleva, como por arte de magia, a categoría de derecho
individual.
En todo caso, sería bueno que si para los
legisladores alcanza con la autopercepcion para hacer de un varón una
mujer o viceversa, alguna vez se dignasen hacer algo con otras
percepciones que afectan a millones: empezar con la inseguridad
ciudadana sería una buena alternativa.
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