miércoles, 11 de septiembre de 2013

EN BUSCA DE UNA ARGENTINA INDUSTRIALIZADA

Ing. Carlos Alberto Zerda
          Los nacionalistas somos conscientes de que tenemos el desafío de darle a nuestra Argentina una industria metal-mecánica, manufacturera, petroquímica, militar; sin embargo es claro que cuanto antes se debería apostar a la industria agro-alimentaria para poder ser un país económica y socialmente sustentable.
Esto se logra a través de un aumento de la producción de la materia prima; con alta producción y paralelamente un gran desarrollo agroindustrial para hacer que haya mas empresas medianas y pequeñas asociativas que promuevan el desarrollo de la industria.
Para esto es necesario considerar la gran diversidad de productos que se pueden colocar en el mercado internacional y que esos productos tengan el mayor agregado de valor posible. Es decir, ofrecer al mercado productos elaborados de gran calidad agroindustrial y alimenticia.
Una estrategia de producción debe contemplar la elaboración de productos industriales, semielaborados como granos de calidad diferenciada, aceites crudos y elaborados, harinas, pastas, biocombustibles, bioplásticos.
Se debe considerar estos productos para la elaboración de alimentos balanceados y su posterior utilización en raciones dentro de la producción animal intensiva (carnes, leches, huevos), integrados en cadenas agroindustriales. Esto implica formar cadenas de procesos industriales, y transformar localmente a la producción primaria para colocarla en el mercado local e internacional, de ese modo lograr la máxima renta.
Este último concepto tiene un alto significado económico, ya que de toda la cadena productiva-comercial, solamente el 15 al 25 por ciento del valor final del producto puesto en la góndola lo recibe el productor primario. La principal ganancia la captan los intermediarios, los acopiadores y los expendedores (por esta razón nos estamos quedando sin producción de lácteos y de carnes).
De acuerdo a estudios realizados, esta tendencia será cada vez más significativa y en corto plazo el productor primario sólo percibirá del 10 al 15 por ciento. Es decir que el valor relativo de las materias primas irá disminuyendo y aumentando los beneficios que toman los intermediarios y los expendedores.
Es aquí donde el productor agrario argentino debe fijar su atención para mejorar su renta y tomar parte de las ganancias de los demás integrantes de la cadena para su propia ganancia, generando trabajo local, equidad y desarrollo territorial. Estos objetivos de desarrollo estratégico constituyen el gran desafío para la Argentina mirando al 2020.
Un país productor y exportador solo de materia prima de origen agraria no es económico ni socialmente sustentable. El modelo “sojero” nos llevará en poco tiempo al precipicio. Lo mismo ocurre con otras actividades agrarias, para continuar en competencia deberán afrontar la industrialización de su producción, agregar el mayor valor posible y transformarla en productos industriales en origen, esto posibilita el crecimiento y desarrollo local con ruralidad, con esto se fortalecerían las economías regionales además de evitar la emigración  a los cordones marginales de las grandes ciudades.
Otro aspecto es la estabilidad de los precios comparando los alimentos con los granos. En el caso de los alimentos estos han mantenido una constante tendencia al aumento. En cambio, los granos que son commodities tienen una marcada variabilidad, con una tendencia de disminución relativa respecto al valor de los alimentos en los exhibidores.
El productor agrario debe adaptarse a los nuevos paradigmas para mejorar su renta y tomar parte de las ganancias de los demás integrantes de la cadena para su beneficio.
Esto permitirá un crecimiento mas equilibrado de las comunidades de las provincias, capitalizando localmente los excedentes, generando una mayor demanda de mano de obra especializada en todos los rumbos y reduciendo los costos del transporte. Esto no se contrapone con lo que han hecho las grandes empresas agroindustriales del país que han contribuido a su desarrollo. La propuesta es que se complemente estratégicamente lo que ya existe en el país. Además, se plantea la posibilidad que esas grandes industrias, que hoy colocan en el mercado mundial grandes cantidades de aceites,  afronten el desafío de refinarlo y colocarlo en el mercado internacional como producto terminado, el aceite comestible embotellado y listo para el consumidor. El aceite crudo que hoy se coloca en el mundo no deja de ser para ese mercado un “commodity” más.
Este esquema productivista debe incluir a las empresas medianas y pequeñas, especializadas en productos agroindustriales; empresas que agreguen valor a sus productos sumado a su calidad. Esto generará nuevas demandas de conocimientos y habilidades hoy inexistentes, referidas al desarrollo de nuevos alimentos con diferenciación nutricional y nutraceúticas, nuevos productos industriales a partir de los componentes de materias primas con fibra, energía, proteínas, aceite. Todo deberá transformarse en productos alimenticios de calidad e inocuidad certificada. Allí aparecen demandas de gestión ambiental y trazabilidad desde la producción primaria que requieren la utilización de herramientas como la agricultura y ganadería de precisión y almacenaje de la producción con segregación y control de precisión. Todos estos factores que ya están desarrollados en la Argentina con capacidad para crecer y diferenciarse en el corto plazo.
Universidades, entidades oficiales, gobierno nacional, gobiernos provinciales y municipales, entidades y asociaciones privadas; el sistema cooperativo y los productores deberán prepararse para este gran cambio de característica participativa y federal.
El desarrollo de medianas y pequeñas empresas en diferentes formas de asociación de productores, es quizás el primer gran y más difícil desafío que habrá que superar. Hay que comprender que debe y puede haber asociaciones para formar empresas con la posibilidad de progresar como productores, empresarios y como sociedad. Luego vendrán otras demandas para conocer cuáles son los productos a elaborar, la determinación y tamaño de los mercados, el equipamiento más adecuado y la determinación de los procesos más eficientes y sustentables.
Todo esto bajo un marco distintivo de “bajos costos y alta calidad”. Este producto agroindustrial que se logra debe ser altamente competitivo, la Argentina está en condiciones de hacerlo. Este cambio debe tener como única premisa “la innovación permanente” en los procesos, en los equipamientos, en los productos obtenidos, en los consumidores y en los mercados. Poner en marcha un proceso de creación con métodos modernos de investigación y experimentación que inmediatamente pongan en práctica las novedades encontradas. Estas novedades deben tener una característica particular, de origen argentino definido y que se diferencie de los del resto del mundo por su calidad, sanidad, nutrición, bajos costos y porque serian productos con preservación del medio ambiente.
En este contexto se debe considerar la oportunidad que tiene la Argentina de desarrollarse frente al mundo. Se estima que la población mundial crecerá a razón de 80 millones de habitantes por año y habrá una gran demanda de alimentos. En el 2050 se duplicará la demanda global de alimentos. Esto significa que se deberán producir una cantidad de alimentos en los próximos años, quizás mayor que los que han producido hasta ahora en la historia de la humanidad, la Argentina debe y tiene que estar presente en este escenario.
Estos alimentos serán demandados por países en vías de desarrollo, donde las posibilidades económicas serán limitadas (aunque también se mantendrán las demandas de aquellas comunidades con mayor poder adquisitivo), por eso el desarrollo agroalimentario debe considerar también la elaboración de alimentos simples, nutritivos y de bajo costo, además de los mas elaborados.
Hay que desarrollar una gama de productos desde los más sencillos a los más complejos, considerando que la demanda de alimentos será desde varios países con diferentes capacidades económicas
Prepararse para vender sin esperar que el mundo venga a comprar, debería ser la premisa.
Por otra parte otra oportunidad que la agricultura argentina también debe considerar es la demanda de biomasa para energía, la que según estudios crecerá entre un 20 y 30 por ciento, sobretodo para la elaboración de bioetanol y biodiesel producidos desde la caña de azúcar, remolacha azucarera, palma, forestales, granos como el maíz, la soja, y plantas enteras como el sorgo, y muchas nuevas especies de alta producción de biomasa.
El escaso desarrollo de la estructura productiva argentina se refleja en que todavía se presenta un dominio de actividades con bajo valor agregado (con un promedio de 700 dólares por tonelada exportada) y una fuerte propensión a importar productos con alto valor agregado (1.800 dólares por tonelada importada) esta diferencia entre el valor de la tonelada exportada y la importada genera un déficit de 400.000 puestos de trabajo y alta dependencia de manufacturas; esta es la única realidad y no tiene nada que ver con la pergeñada por la Secretaria de Comercio.
Los alimentos elaborados tan solo representan el 25 por ciento del complejo industrial exportado, esto se ve reflejado claramente en el siguiente análisis:
La Argentina es un importante proveedor mundial de granos, en particular trigo, maíz y soja, los últimos utilizados para la producción de alimentos pecuarios; con lo que nuestro país es el primer exportador mundial de soja, y el segundo en maíz, después de EE.UU.
Sin embargo, a pesar de la gran cantidad de materia prima que la Argentina posee para producir carne no es un jugador importante en la exportación de este producto, ya que el total de la exportación de todas las carnes (bovinos, porcinos, aves, etc) asciende a solo 0,91 millones de toneladas, muy por debajo de los 6,4 millones de toneladas de Brasil, y de las 5,8 de Estados Unidos.
Algo similar ocurre con el cultivo de trigo, cuya producción resulta estratégica, ya que aporta un gran volumen de rastrojos y raíces estructurantes del suelo, ventaja clave para el rendimiento de los cultivos posteriores.
Por otra parte nuestro país exporta casi la mitad de su producción de trigo (6 millones de toneladas) como grano, cuando se podrían elaborar pastas y productos de panadería con alto valor agregado para exportar.
El escenario argentino de disponer la materia prima (granos) para elaborar alimentos a bajo costo, sumado a la creciente demanda mundial presenta una gran oportunidad para percibir una mayor renta. Con ello aumentaran los ingresos y los puestos de trabajo.
La idea es que los productores de cereales, oleaginosas, de carne y leche, cerdo y pollo, y otros productores no integrados a la cadena, se asocien con el objeto de crecer y competir eficazmente.
Se debe propiciar la creación de empresas asociativas de escala competitiva, las cuales servirán para el desarrollo con inclusión social, y de paso se eliminaran las legiones de desocupados que solo sirven de carne de urna y que son mantenidos por el resto del aparato productivo.
Los productores primarios de granos, integrados a este tipo de empresas, deben acceder a la mejor tecnología, o sea a la mejor genética orientada a procesos industriales específicos. Esto se logra con un buen asesoramiento técnico, publico/privado, con técnicos de excelencia.
Una vez que se logra la máxima producción por hectárea de tierra, se deberá contar con la posibilidad de acceder a un sistema de acopio asociativo, con segregación por calidad y destino industrial.
Como el mercado interno tiene un techo bajo, 40 millones de consumidores para una producción primaria con potencial para alimentar a 400 millones de personas, se deberá aspirar a ser el proveedor global de alimentos terminados, ya que el mundo los demanda y el productor argentino puede satisfacer ese requerimiento.
No se debe dejar pasar esta oportunidad, hay que ir en busca de la Argentina industrializada.
*Publicado en Revista "Milo" Nº 4, octubre del 2011

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